miércoles, 4 de junio de 2008

Imágen y religión

El hombre, por naturaleza, tiene necesidades las cuales aspira satisfacer, ya sean estas de alimento, de educación, salud, de estar con otras personas, en fin, donde también podemos identificar la necesidad de adorar algo superior a si mismo, es decir, la imagen de un dios, como una de estas necesidades propias del hombre.
La representación de un ser superior en la religión no es un elemento propio del cristianismo, ya que esto también se puede apreciar en las religiones de otras culturas orientales. Y es que nuestra concepción del mundo, muchas veces demasiado occidentalizada, nos condiciona a pensar que la representación de imagen es un fenómeno propio en la religión predominante de nuestra cultura. .
Este fenómeno de la imagen y el culto a esta lo encontramos en el sintoísmo, religión que se aprecia en Japón en donde la veneración sobre la imagen de un antepasado es lo que asegura la protección a quienes habitan en ese hogar. De hecho, esta practica más que ser religiosa, es algo que esta intrínsecamente relacionado al quehacer de cada japonés, se ha transformado en parte de su cultura.
En el hinduismo, podemos ver como un río es la imagen de su divinidad y les conecta con ella. En esta religión, que se podría reconocer como una de las mas antiguas en cuanto a conformarse como tal, no encaja la visión occidental de ver el mundo, el cual en nuestra civilización, si a religión se refiere, se ha visto influenciada por el cristianismo, y en algunos casos mas específicos, por el catolicismo. Además, quienes practican el hinduismo, cuentan con una amplia variedad de dioses, los cuales justamente son representados por medio de imágenes.
Finalmente en cuanto a este punto, el budismo de igual manera posee el culto a la imagen de Gautama, e incluso en nuestra sociedad actual, es común ver en algunos hogares la imagen o estatuilla de un pequeño buda, el cual permanece en las casas como un amuleto para la buena fortuna. Lo anterior no pretende ser un resumen de estas creencias y su relación con las imágenes, más bien, procura hacer las distinciones y similitudes de acuerdo a la atmósfera occidental del cristianismo y su relación con las imágenes y su culto.
Como diría Debray: “El nacimiento de la imagen esta desde siempre relacionado con la muerte y surge para prolongar la vida”. Resulta interesante saber que la imagen, al igual que la religión, nace como una necesidad humana, la que en este caso es de prolongar a la vida algo que ya no está. Es recurrente ver que algunas familias tienen en las paredes de sus casas fotos de quienes ya no están con vida, las que actúan como un memorial que mantiene presente a aquella persona muerta. Deja de habitar solo en el recuerdo de quienes le rodearon, ya que se hace presente en ese lugar por medio de su representación iconográfica. Un fenómeno parecido ocurre con la figura del revolucionario Argentino-Cubano Ernesto Guevara de la Cerna, el Che, quien es inmortalizado en una fotografía, realizada en un acto de masas en la plaza de la Revolución en la Habana. A través de esa imagen, la figura del Che empieza a ser casi mítica, catalogándose como uno de las fotografías más famosas del siglo XX. De esta manera, la humanidad del Che Guevara, gracias a este hecho, pasa a “prolongar su vida” en el imaginario colectivo, no tan sólo de la gente identificada con la izquierda, sino de la sociedad en general, gracias al valor histórico y el contenido ideológico que encierra su imagen, como uno de los líderes de la revolución cubana. Lo anterior, obviamente, no va en desmedro del Che, al contrario, que su imagen sea hoy casi una moda, no significa que él no sea un ejemplo de lucha revolucionaria y valores, y que sus escritos y ejemplos trasciendan mas allá que una simple foto.
Ahora, podría usarse como un justificativo, y bajo esa premisa, que es lógico representar la imagen de Jesús, porque ya no está de manera física en la tierra, por lo mismo, ser representado en una imagen, nos daría cercanía con él. Pero lo anterior se antepone con el mandamiento bíblico: “no te harás imagen”. ¿Cómo entender esto entonces?
A través de la historia, vemos a un Dios que se esconde bajo la palabra, evitando la imagen y el ser representado, pero con la llegada de Jesucristo, Dios pasa a ser representado, ya que el Hijo es la imagen del Padre.
Ahora, sabemos que las imágenes que circulan hoy en día no tienen poder, es decir, si me acerco a la estatua de un santo a pedir sanidad por una dolencia, ese objeto no tiene la capacidad de responder mi petición. Primero, porque es un ser que no tiene vida, incapaz de comprender e interpretar lo que yo siento y quiero, y segundo porque esa imagen justamente es una mera representación del sujeto, y no es el tal. “Ya no creemos de verdad que la estatua de Santa Genoveva protege París y que la Majaste de Sainte- Foy, en Conques, cura la lepra y las hemorroides”. Apartando el hecho anterior, cabe destacar el carácter lucrativo que tienen estas imágenes religiosas. Por ejemplo, el emblemático caso de San Expedito, un santo de origen romano, cuya imagen es vendida en la capilla de Reñaca, y que cientos de fieles se acercan a comprar con el fin de que les cumpla sus “pedidos”. El acto de reflejar un poder que no existe en una imagen, ya sea para curar, sanar o ayudar, es algo recurrente en la sociedad occidental influenciada por la religión católica, que basa su hegemonía como religión, en el acto de representar a sus “embajadores” a través de imágenes que se pueden adquirir en cualquier feria de una ciudad corriente. De esta manera, la protección, el alivio, la salud y hasta la salvación de un ser humano, ya no sólo viene siendo inherente a su fe, sino también va de la mano con el poder adquisitivo de éste. En breves palabras, la fe y la salvación no solo se experimentan a través de una expresión espiritual, sino también, se mide a través de cuantas fotos y estatuillas tengas de tal o cual santo.
Convengamos entonces, para concluir, en que las imágenes usadas con veneración hoy en día por la religión no tienen poder, por lo cual su uso es netamente como fetiche. Esto considerando tanto la visión católica como la protestante en cuanto la adoración de imágenes.